Discurso sesgado: cuando la libre expresión se utiliza como disfraz de violencia

Por: Redacción SUMMA 25 de Julio de 2025 | Ciudad de México

En México, hablar ya no es suficiente. Porque aunque tenemos derecho a la palabra, también tenemos la responsabilidad de cómo la usamos. Y si algo nos ha enseñado la historia reciente es que el lenguaje no es neutro: puede ser herramienta de justicia o arma de dominación. Puede abrir puertas o destruir reputaciones. Puede construir democracia o reforzar desigualdad.

Este 25 de julio, Día Naranja, jornada de acción para erradicar la violencia contra las mujeres, queremos ir más allá de los símbolos. No basta con portar un listón, encender edificios o repetir consignas. Hay que intervenir donde más nos duele: en la cultura que normaliza la violencia disfrazada de opinión. En la narrativa que permite que la misoginia se camufle como crítica, y que el odio se maquille de libertad.

¿Dónde comienza el derecho y dónde termina el respeto?

La Constitución mexicana —en su Artículo 6º— consagra con claridad el derecho a la libre expresión. Pero ese mismo artículo establece límites específicos: “la manifestación de las ideas no será objeto de inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público.”

Es decir: nadie puede ser censurado por pensar distinto, pero sí puede y debe ser señalado cuando su discurso atenta contra los derechos de los demás.

Este principio se vuelve cada vez más complejo en el entorno digital, donde la velocidad del mensaje supera la reflexión. Basta una frase irónica, un “meme” con fondo ideológico o una opinión superficial, para detonar una avalancha de validaciones hacia discursos profundamente discriminatorios.

El caso Chicharito: el disfraz irónico de la misoginia funcional

Uno de los ejemplos más recientes es el del futbolista Javier “Chicharito” Hernández, quien publicó en sus redes sociales una frase que —lejos de ser una opinión crítica— se alinea con la narrativa antifeminista que circula en ciertos espacios digitales:

“Quieres un hombre proveedor, pero para ti limpiar es opresión patriarcal. Interesante.”

Este comentario no es una crítica legítima: es una simplificación que trivializa las luchas por la equidad, distorsiona el concepto de opresión y reproduce el rol masculino como un mérito incuestionable.

El problema no es que un hombre opine, sino que lo haga desde la burla y la generalización, alimentando prejuicios con una enorme plataforma de alcance. Más aún cuando la audiencia es joven, predominantemente masculina y poco expuesta a narrativas críticas sobre género.

No es solo “libertad de expresión”. Es influencia, y por tanto, es poder. Y el poder también se regula por la ética.

Periodismo y violencia política de género: el caso Abelina

El mismo patrón de descalificación y violencia discursiva se replica en espacios institucionales. La presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez, ha sido blanco de ataques mediáticos que rebasan la crítica a su gestión: burlas clasistas, juicios sobre su acento, lenguaje corporal y origen.

Desde SUMMA sostenemos: el periodismo tiene la función indeclinable de fiscalizar al poder. Pero cuando esa fiscalización se convierte en escarnio, en etiquetamiento discriminatorio o en denostación sistemática con sesgo de género, ya no hablamos de crítica institucional, sino de violencia política de género.

Abelina interpuso un recurso legal —y fue reconocida— por evidenciar esa violencia. No para evadir su responsabilidad como funcionaria, sino para exigir que el juicio público sea sobre sus decisiones, no sobre su condición de mujer.

¿Qué decimos como editorial?

Desde SUMMA afirmamos con firmeza:
la libertad de expresión no es sinónimo de licencia para perpetuar la desigualdad.
No es legítima si desacredita la dignidad.
No es válida si alienta la burla organizada hacia quienes exigen equidad.
Y no es ética cuando refuerza roles que las mujeres han tenido que combatir durante generaciones.

Hoy, las mujeres no solo exigen su lugar: lo están ocupando con resultados.
Gobiernan, investigan, sostienen economías, reconstruyen territorios.
Claudia Sheinbaum, Rosa Icela Rodríguez, y muchas otras lideresas son prueba de que el poder sí puede, y debe, ser compartido.

El reto ya no es si las mujeres pueden.
El reto es que la sociedad se acostumbre a verlas gobernar sin violencia, sin sorna, sin cuestionamientos sexistas.

Hagamos del lenguaje una herramienta de justicia

Este Día Naranja, no queremos conmemorar: queremos transformar.
Queremos poner sobre la mesa una pregunta clave para todo aquel que se dice comunicador, líder, o voz pública:

¿Lo que decimos promueve el respeto o normaliza la violencia?

Desde SUMMA lanzamos un llamado ético:

  • Que cada palabra lleve conciencia.

  • Que cada mensaje construya respeto.

  • Que cada espacio de comunicación asuma su responsabilidad histórica.

Porque las mujeres no buscan privilegios, exigen justicia.
Y esa justicia también se defiende en los discursos.

¿Eres comunicador, líder o figura pública?
Revisa tu discurso. Las palabras construyen o destruyen. SUMMA apuesta por la equidad, también en la narrativa.

📩 Escríbenos a contacto@summaliderazgo.com.mx si deseas sumar a nuestra red de voces responsables.

 

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