Sheinbaum cumple 63 años entre flores, serenata y una escena que rompe con el protocolo
Por: Redacción SUMMA 24 de junio de 2025 | Ciudad de México
La imagen no formaba parte del programa oficial, pero fue inevitable. La presidenta Claudia Sheinbaum entró al Salón Tesorería de Palacio Nacional y encontró un ambiente distinto al de todos los días. Sin previo aviso y sin guión, un grupo de reporteros la sorprendió con flores, un pastel y las tradicionales Mañanitas. Es su cumpleaños número 63 y, por unos minutos, la conferencia matutina se convirtió en una postal poco habitual en la liturgia del poder.
Sheinbaum, que suele mantener un tono técnico y contenido en su trato con los medios, respondió con una sonrisa discreta. Agradeció el gesto con serenidad y un comentario que condensó su actitud frente al momento: “Un año más vieja, pero lo importante es la juventud en el corazón”. No hubo mayor alarde, pero tampoco distancia. El gesto fue bien recibido por quienes asistieron al acto, y al término de la conferencia, la presidenta aceptó tomarse una fotografía grupal con los periodistas presentes.
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Para quienes siguen cotidianamente la agenda presidencial, la escena marcó una inflexión simbólica. Desde que asumió el cargo, Sheinbaum ha intentado diferenciar su estilo del de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, cuyo trato con los medios se caracterizó por el pulso frontal, e incluso por momentos de abierta confrontación. La actual mandataria ha optado por un enfoque más sobrio, con menos polarización y una narrativa que privilegia la solvencia técnica sobre la retórica. Sin embargo, momentos como el de este lunes muestran que la dimensión humana también tiene un lugar en su comunicación política.
Detrás del episodio —flores, pastel, serenata— hay algo más que una anécdota amable. Hay una señal de cómo se está redibujando la relación entre la figura presidencial y el ecosistema de medios. Lejos del clima de tensión constante que marcó los últimos años, el gesto de ayer sugiere un posible viraje hacia una convivencia más tersa, sin dejar de ser crítica, pero con espacios para el reconocimiento mutuo. No se trata de complicidad ni de espectáculo, sino de una pausa en la narrativa del poder para dejar que lo humano tenga lugar.
Además de lo simbólico, el momento también funciona como mensaje político. Frente a una sociedad cada vez más desencantada de sus instituciones, la imagen de una presidenta que se deja abrazar, que sonríe al recibir flores, que se deja cantar las Mañanitas sin artificios, puede parecer menor, pero no lo es. En tiempos de hipervigilancia pública y desgaste institucional, los liderazgos también se validan desde la autenticidad.
La escena no duró más de unos minutos, pero bastó para dejar una impresión: que el poder también puede tener pausas cálidas, y que la figura presidencial, sin perder autoridad, puede abrir la puerta a un tipo de cercanía que rara vez se ve en la política contemporánea. Al final, como suele ocurrir con los gestos que no estaban previstos, lo que pasó en la mañanera dice más que muchos boletines oficiales.
En ese salón donde normalmente se habla de cifras, reformas y tensiones internacionales, ayer hubo espacio para otra narrativa. Una donde, aunque sea por un momento, el poder bajó la guardia y dejó entrar la emoción. Y eso también es noticia.
Redacción SUMMA
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